Peter Godfrey era un director
absolutamente desconocido para nosotros hasta que vimos hace un par de años Las dos señoras Carroll (The two Mrs.
Carrolls, 1947), una de maridos ambiguos
y vasos de leche envenenados (¿a que recuerda a Sospecha?) que nos gustó muchísimo. Nos hemos reencontrado con él
gracias a Cry Wolf (muy mal traducida
como El aullido del lobo, 1947).
Repite Barbara Stanwyck, cuyo personaje se ha casado en secreto con un ricachón
heredero que se encontraba aún bajo la tutela de su tío y que acaba de morir
cuando empieza la película. Ella se presenta a reclamar su parte de la
herencia, lo cual no deja de hacerla parecer algo pelandusca, si no fuera
porque enseguida el tío del difunto (Errol Flynn) comienza a comportarse de
manera que el arribismo de la Stanwyck se convierte en pecadillo de monja.
Soy mala. |
Sí, ¿eh? |
¿Sigue vivo el marido de Barbara
y Errol lo está torturando? Eso parece, a juzgar por los gritos que se oyen por
las noches en el laboratorio del ático. Todo apunta a que el bueno de Flynn
intenta aprovecharse de su situación de tutor legal para apropiarse de la
fortuna de sus sobrinos, en plan “Hola, soy Robin Hood y esta vez robaré a los
ricos para quedarme con esta pedazo de casa de tres pisos, y el cochazo, y las
fincas, y los establos con todos los caballos, UAJAJAJA”. Así pues, la peli da un giro
estupendo: de un indignado “¿De qué va la viuda negra esta? Fijo que se ha
cargado ella al marido. Y ahora intenta ligarse a Errol, cuando todo el mundo
sabe que su corazón siempre será para Olivia. Menuda pelandusca” a un “Venga, Barbara, desenmascara de una vez por
todas a ese bribón. Siempre desconfiamos de alguien capaz de ponerse mallas
verdes y dejarse un flequillo con permanente”.
Habría sido estupendo que el
guión y la dirección hubieran sido capaces de mantener esa ambigüedad de los
dos personajes hasta el final de la película; menuda obra maestra. Sin embargo,
pronto se adopta el punto de vista del personaje de Stanwyck, de modo que todo
el misterio recae sobre la figura masculina. Me recuerda mucho a dos de
Hitchcock: Rebecca (1940) y Sospecha (Suspicion, 1941), sólo que Joan Fontaine parecerá siempre más
desvalida y matable que Barbara, y Lawrence Olivier, aunque sea a fuerza de
interpretar a Shakespeare, más psicópata que Flynn. Se cuenta que Hitchcock
quiso hacer del personaje de Cary Grant un asesino en Sospecha
pero que el estudio no se lo permitió por miedo a quemar la imagen de su
gran estrella, de modo que tuvo que recurrir a un final simplón (rodado, por
cierto, con dobles de ambos actores) que convierte a Fontaine en una histérica
paranoica incapaz de apreciar a tan encantador y devoto marido (¿a quién no le gusta que la llamen "carita de mono"?). No sé si sucedería
lo mismo aquí; en cualquier caso, mientras que a Grant, al que te crees
haciendo comedia, melodrama, aventuras, suspense, época, o lo que sea (ahora
que lo pienso… ¿no le falta algún western?), a Errol Flynn siempre te lo
imaginas trepando por algún árbol.
¿Encasillado, Errol? |
Para terminar, un detalle absurdo
que me ha llamado la atención: nunca había visto a Barbara (ni a ninguna otra
estrella femenina del Hollywood clásico, me atrevo a decir) corriendo, saltando,
escalando tan frecuentemente en ninguna otra película. Apuesto a que si se
hubiera rodado en la actualidad, en las absurdas entrevistas promocionales le
habrían preguntado por el entrenamiento seguido para rodar las escenas de
acción.
Aquí la tenemos, dispuesta a izarse por el montacargas |
Vamos, como a Uma…
... o a Renée
El aullido del lobo (Cry Wolf). 1947. Peter Godfrey (dir.). Barbara Stanwyck, Errol Flynn (actores).